La delegación es un proceso por el que trasladamos a un colaborador una o varias tareas, concediéndole la autoridad y libertad necesarias, pero conservando la responsabilidad final. ¿Por qué es tan importante para un líder saber delegar? Básicamente porque si no se hace, los equipos no funcionan. Delegar equivale, por otro lado, a optimizar las potencialidades de la plantilla repartiendo las tareas y responsabilidades, lo que se traduce, a medio plazo, en una notable mejora de la productividad.
Si eres de los que se pasan todo el día quejándose de que todo lo haces tú y estás involucrado en todos los proyectos de tu empresa… tienes un problema que se llama ineficiencia y una solución: delegar. Las mejoras no tardarán en notarse. Por un lado verás que se mejora la productividad y como, con menos esfuerzo, se consiguen mejores resultados. De este modo conseguirás evitar que las responsabilidades te desborden y podrás dedicarte a asumir otros objetivos de manera más óptima.

Además de mejorar la productividad, saber delegar implica un empoderamiento de la plantilla. Al asumir nuevas funciones, los colaboradores desarrollan nuevas habilidades y, poco a poco, se capacitan para asumir mayores responsabilidades. Un reto que, con tu cuidada supervisión, se puede convertir en una forma de mantener motivada a la plantilla, de conseguir que los miembros de tu equipo se sientan más implicados y comprometidos con la empresa y de que se sientan valorados. Para conseguirlo tendrás que delegar bien y hacerlo en las personas adecuadas. Aprender, en definitiva, cómo funciona el arte de delegar.
A la hora de seleccionar las personas en las que vas a delegar, debes de tener en cuenta toda una serie de factores. En primer lugar, deberías valorar el tiempo que esas personas llevan en la empresa. No es conveniente delegar a la primera de cambio en alguien que apenas tiene experiencia en la empresa y que no conoce a la perfección el funcionamiento interno de la misma. Lo mejor es optar por personas veteranas que conozcan bien la mecánica interna de la empresa, sus recursos, sus vicios y sus virtudes.
Saber delegar, además de mejorar la productiva, implica un empoderamiento de la plantilla con nuevas habilidades y nuevas responsabilidades.
¿Cómo delegar bien? Lo primero, es planificarlo adecuadamente y encontrar el momento de dar el paso. Como todos los nuevos procesos, la delegación no puede ser inmediata. Debes ir paso a paso, evaluar si tu equipo necesita o no algún tipo de formación extra para asumir sus nuevas responsabilidades, y hacer un traspaso de poderes paulatino. Es decir, durante un tiempo deberás de acompañar y ayudar a tus colaboradores para solventar cualquier tipo de duda que pueda surgir. Por otro lado, delegar no implica que te olvides de tus viejas responsabilidades. Cualquier tarea que delegues deberías de saber realizarla tú también por si en algún momento tienes que arrimar el hombro o reasumir la tarea.
Al delegar conseguirás reducir tu nivel de estrés y mejorarás la comunicación con tu equipo. Lo que no puedes permitir de ninguna manera es que tus viejos problemas se trasladen por inercia a la persona a la que delegas. En este sentido es importante mantenerlos motivados. Para ello, escúchalos, estudia sus propuestas y, en la medida de lo posible, dales luz verde. Aunque sigas siendo el jefe y siempre tengas la última palabra, si lo haces conseguirás que estas personas cojan práctica y confianza para asumir y desempeñar sus nuevas tareas con total solvencia.
Finalmente, el hecho que delegues no significa que puedas desentenderte por completo. Un buen jefe lleva un seguimiento constante y evalúa los resultados periódicamente. No olvides que sigues siendo el responsable de tu equipo y que, en buena parte, continúa dependiendo de ti que la empresa consiga los objetivos que tiene previsto.
