¿Conseguiremos tener, a finales de siglo, cero emisiones de gases de efecto invernadero? Difícil, pero no imposible. La eficiencia energética y el uso de las energías renovables son el camino que nos tendría que llevar en una década del 20% actual de uso de tecnologías renovables al 100%. Un trayecto complicado ya que, de un día para otro, no podemos desconectarnos de los combustibles fósiles y el carbón, el petróleo y el gas seguirás siendo parte de nuestro presente y de nuestro futuro inmediato.
La transición hacia una energía limpia ya se ha iniciado. Uno de los países productores de petróleo, Omán, ha dado un primer paso, por ejemplo, integrando las tecnologías verdes en la obtención de su principal riqueza, el petróleo. En vez de utilizar grandes cantidades de gas para fluidificar el combustible, emplean una tecnología solar que produce un vapor que fluidifica el crudo sin tener que utilizar otro combustible fósil, el gas, para obtenerlo, y sin aumentar las emisión de CO2 en la producción de crudo.
Unos primeros pasos hacia un futuro desde un presente en el que el consumo de combustibles fósiles sigue representando el 80% del consumo mundial de energía. Un porcentaje que hay que reducir si queremos que las emisiones de CO2 sean menores. Para conseguirlo es necesario apostar por la eficiencia energética y las energías renovables, sustituyendo, poco a poco, los combustibles fósiles por electricidad y si ésta es generada por sistemas renovables, mejor que mejor.
El peso de las energías renovables (hidráulicas, eólicas y fotovoltaicas) es cada día mayor. En 2014 ya representan casi el 50% de la capacidad de generación eléctrica y son la segunda fuente de generación de electricidad tras el carbón.
Según el Informe 2015 de la Renewable Energy Policy Network for the 21st century (REN21), las energías renovables proporcionaron un 19% del consumo mundial total de energía en 2013, y siguieron su expansión en 2014 y 2015, dejando muy atrás a la energía nuclear, que apenas representa el 2,6% de la producción energética mundial. El peso de las energías renovables (hidráulicas, eólicas y fotovoltaicas) es cada día mayor. En 2014 ya representan casi el 50% de la capacidad de generación eléctrica y son la segunda fuente de generación de electricidad tras el carbón.
Además de un compromiso con las nuevas generaciones, la implantación de energías limpias es una necesidad vital en algunas regiones del mundo, como el norte de África, como Marruecos o Egipto, u Oriente Medio, como Jordania, dónde las fuentes de energías renovables, más baratas que la proveniente de combustibles fósiles, pueden contribuir decisivamente a mejorar el rendimiento económico de estos países, su seguridad energética y su calidad medioambiental.
A favor de la progresiva implantación de estas tecnologías limpias juega su caída de costes. Producir energía a través de sistemas eólicos es ahora un 40% más económico que hace solo unos años. Una reducción que es mucho más significativa en el caso de la energía solar fotovoltaica, que ha reducido sus costes a una cuarta o quinta parte. En la pasada COP de París (2015), los países se han dado cuenta que ahora tienen una oportunidad, quizás la últimas, de actuar de una vez por todas con el cambio climático a través de la generalización de las energías renovables.
El cambio de la era fósil a la era renovable no será inmediato. Se necesitan, por ejemplo, entre cinco y quince años para desarrollar planes que empiecen a dibujar un nuevo paradigma energético mundial. Según el último informe de Ren21, unos 164 países ya han dado el primer paso y han definido objetivos de energía renovable para los próximos años. Unos primeros pasos que se fundamenta en el desarrollo de tecnologías más eficientes, como la LED, que ha dividido por 10 el consumo eléctrico en los últimos cinco años.
El desarrollo de nuevas tecnologías como la LED contribuirá de forma decisiva en nuestra batalla contra el cambio climático. Una batalla que persigue el objetivo final de cero emisiones. Un objetivo quizás demasiado ambicioso, incluso con el uso de las renovables al 100%. Lo importante es reducir paulatina y significativamente las emisiones de CO2 a la atmósfera. Los especialistas consideran que reduciendo las emisiones a una décima parte de las cifras actuales el objetivo estaría cumplido.
Aunque a finales de siglo se consiguiera este objetivo, los gases de efecto invernadero que hemos emitido a lo largo de las últimas décadas no desaparecerán de la noche al día. Lo importante es cambiar la tendencia, pasar de un calentamiento global rápido e ilimitado a uno lento y moderado. Un nuevo paradigma energético que, además, sea más justo e inclusivo, ofreciendo electricidad a unos 400 millones de personas en el 2030, una tercera parte de los 1.200 millones de personas, el 17% de la población mundial, que todavía no tiene acceso a ella.
Si queremos legar a nuestros descendientes un mundo mejor, tanto medioambiental como social, no hay otro camino que una apuesta clara y firme por las energías limpias, con la electricidad como estandarte.